El presidente de Estados Unidos siente que en su hora más oscura está siendo abandonado, de nuevo, por su partido. Ya tuvo que imponerse y callarle la boca a los críticos cuando se presentó a las primarias y los demás candidatos le tomaban por poco menos que una broma. Ahora, tras cuatro años en los que creyó estar rehaciendo al partido a su imagen y semejanza, ve con desespero cómo sus denuncias de fraude no encuentran ningún eco más allá de su círculo más cercano, el de sus familiares y unos pocos conversos a su causa en el Capitolio.
Lo máximo que han dicho los líderes conservadores más influyentes es que se deben contar los votos legales, y que si… Ver Más